Tanto la vaselina como la parafina se clasifican dentro de los aceites minerales, es decir, que se obtienen como subproductos del petróleo. Son muy baratos y se usan en muchos cosméticos por su “efecto hidratante”… nada más lejos de la realidad.
Estos
aceites minerales
lo que hacen es crear una capa por encima de la piel a través de la cual no entra ni sale nada. Su “efecto hidratante” se debe a que el agua que se debe ir perdiendo de forma natural y sana a través de la piel deja de hacerlo al quedar retenida. Las capas más superficiales de la piel dan ese aspecto de hidratación, pero no se hidratan las más profundas. Realmente hidratarse no se hidrata nada: no son aceites hidratantes, su estructura no se parece en nada a la estructura de los aceites que forman la hidratación natural de la piel.
Por otro lado, debido a esa capa que crean, los aceites minerales son muy comedogénicos, obstruyen los poros y no dejan respirar a la piel.
Debido a su origen (el petróleo) y a su estructura tan diferente, pueden ser además muy irritantes, y más para las
pieles sensibles.
Y para empeorarlo más, el uso de
vaselinas o parafinas para hidratar los labios
produce una especie de efecto adictivo. Cuánto más los usas, mas desequilibrada tienes la piel de los labios, más se resecan y más producto necesitas reponer. Para la zona de los labios lo ideal es un bálsamo hidratante natural, libre de este tipo de ingredientes nocivos.
Las cremas y productos basados en estos aceites no son recomendables para nadie, pero menos para las pieles sensibles y todavía menos para una zona tan delicada como la cara. Algo que se usa para lubricar o refrigerar maquinaria industrial, no nos lo deberíamos de poner en la piel.